Uno de los aspectos poco estudiados del desarrollo social y el crecimiento económico en África es la influencia de las supersticiones en la toma de decisiones. Incluso hoy, y quizás más que en el pasado reciente, hay supersticiones alimentadas por la incertidumbre social y la pobreza que crean una fuente de dependencia de lo que podríamos llamar elementos «mágicos», como los adivinos, la brujería y la charlatanería.
La gente en África, y desafortunadamente cada vez más en Occidente, explica casi todo por la influencia de entidades sobrenaturales, o por ataques de rituales demoníacos y «mal de ojo». Este es un problema que incluso está presente en los países islámicos, a pesar del hecho de que el Islam siempre ha luchado contra la superstición, las actividades adivinatorias y la brujería.
Una cuestión fundamental es el impacto que estas creencias tienen en la evolución de la economía, ya que al negarnos a entender la relación entre causa y efecto según criterios científicos modernos, nos vemos obligados a caer en una «conciencia mágica» colectiva frente a la cual es muy difícil establecer pautas para la modernización.
Este problema siempre ha estado presente en el campo de la salud. A menudo encontramos personas, incluso educadas en universidades, que sucumben a la explicación de los fenómenos sobre la base de lo sobrenatural. Son víctimas de una influencia imposible de erradicar, lo que les lleva a disonancias cognitivas que se traducen en un empeoramiento de la salud. Por ejemplo, el paciente que acude al consultorio del médico, entiende la explicación racional de la etiología de su enfermedad pero al mismo tiempo también se pone en manos de un curandero y no duda en creer en su componente mágico que le proporcionará la cura para su dolencia. Evidentemente, su conocimiento de la enfermedad y su inclinación al pensamiento irracional entran en conflicto.
El desarrollo económico de las poblaciones que cultivan lo irracional a menudo está cargado de una serie de decisiones que ignoran por completo las explicaciones causa-efecto proporcionadas por las diversas ciencias y el empirismo moderno, lo que dificulta aún más la lucha contra la pobreza.
El estudio de la pobreza y los mecanismos para articular las medidas de desarrollo social deben tener en cuenta estas circunstancias. Se puede argumentar que las supersticiones también existen en los países ricos. Por supuesto que sí. Y como ya he señalado, hay un despertar de elementos mágicos; Pero esto no significa que la ciudadanía en su conjunto esté impulsada por estas supersticiones, aunque para algunos fanáticos esto sería deseable. Afortunadamente, las decisiones económicas, sanitarias, educativas y de inversión se basan en criterios contrastados y con base científica. O esa es la intención. Otra cosa es que algunos políticos y partidos intentan introducir componentes mágicos para explicar sus políticas.
La reducción de la pobreza y el desarrollo social en África sólo pueden venir de la mano de decisiones consensuadas y contrastadas mediante instrumentos científicos. Este es el gran desafío.