Uno de los problemas básicos de la economía es establecer modelos predictivos que tengan en cuenta numerosas variables con el fin de sugerir líneas de trabajo efectivas a entidades públicas y privadas. La economía es una ciencia social que se alimenta de otras ciencias. Los recursos de investigación son numerosos, pero con demasiada frecuencia el esfuerzo realizado no compensa los resultados obtenidos, que generalmente son parciales y políticamente sesgados.
Por otra parte, la salud pública a menudo se subsume en decisiones políticas con frecuencia contrarias a la evidencia científica. Lo estamos viendo con la actual pandemia de Covido-19.
Ante esta situación, la tarea se vuelve muy complicada. Tenemos que optimizar los recursos para garantizar una adecuada protección de la salud a la población; pero además de la inversión económica, también entran en juego factores que escapan al control del especialista.
Entonces, ¿cómo podemos abordar el trabajo?
Puedo hablar desde mi experiencia en el campo de la antropología médica y la salud pública. Desde el principio tuve la certeza de que el trabajo del especialista en esta área enfrentaba enormes desafíos; sin embargo, en la capacitación que recibimos hubo poca discusión sobre el impacto político en nuestro quehacer investigador. Pasé muchos años ignorando dicha realidad, estando seguro de que la evidencia proporcionada a las administraciones públicas era la base de sus decisiones administrativas. Me equivoqué. Me di cuenta de que las decisiones políticas en este campo no siempre tienen en cuenta el razonamiento científico. Además, las decisiones políticas a menudo se toman de espaldas a los datos científicos.
Ante tal situación, el desánimo y la crítica concienzuda surgieron en mí; pero me sirvió de poco. El camino político tiene sus propias reglas.
Desde entonces ha crecido mi interés por el binomio economía-salud, manejando enormes cantidades de datos. En definitiva, a los políticos les interesan más los números que tal o cual condición de salud de la población y descubrí que el enfoque económico tiene que ser una prioridad.
Creo que aquí, el trabajo científico con datos es extremadamente interesante. Más que el big data, una herramienta al servicio del investigador, el científico de datos en economía de la salud aplica el método de la ciencia para tratar de probar sus hipótesis. Al final, la presentación de los resultados, tarea nada fácil, por cierto, se ejerce sobre un apoyo prácticamente incuestionable, haciéndolo muy atractivo para la mirada de los políticos responsables de implementar medidas de salud pública. No se trata solo de ofrecer pruebas, sino también de hacerlo bajo premisas que sean atractivas -y económicamente viables- para los gestores públicos.
En el sector privado la situación es diferente aunque las corporaciones y las empresas también están condicionadas por la legislación, los reglamentos y el mercado. En este sentido, el enfoque científico de los datos es fundamental para optimizar los procesos productivos y acelerar el avance en las innovaciones sanitarias.
